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dilluns, 14 de desembre del 2009

Hilos sueltos

Situaciones paranoides hay muchas. No obstante, lo que le ocurrió a nuestro amigo Francisco no tiene precio, no tiene pérdida, hay que verlo, vivirlo para creerlo. No sabemos si fue él o alguno de sus profesores universitarios quien lo supo primero, pero alguien empezó a construir un muro muy gordo alrededor de la casa de "mi-amiga" Sílvia. La verdad es que la construcción tuvo lugar de una forma especialmente lenta, muy poco académica. Y para no perder el hilo ni los filamentos, tendremos en cuenta, además del hecho evidente de que Paco es lo mismo que Francisco, digo, tendremos en cuenta a: a) Paco, b) los profesores universitarios, c) alguien y, d) Sílvia. Por supuesto, habría una e, aunque pero no obstante, nos olvidaremos de ella. Estoy dejando de lado, por supuesto, la voz cantante, el que habla, el que dice, yo, el narrador, la voz del texto, la voz de las palabras. No hay e. Olvidáos de la e.

Paco tenía una relación especialmente cordial con sus profesores universitarios, quienes le enseñaron el noble arte de la maestría en el tejer y retejer, para que todo quepa en pequeños huecos, huecos ocuros, muy huecos, muy huecos. Pero alguien tuvo la ocurrencia de sabotear una buena parte de los hilos que habían sido tejidos con mucha paciencia a lo largo de numerosas generaciones. Por supuesto, eso no significó nada para la sociedad académica de la época, puesto que había cientos y cientos, y hasta miles de hilos más, entretejidos con mucha maña. Harían falta por lo menos dos o quiźa tres años para deshacerlos todos. Y lo que os narro ocurrió en menos de un par de semanas. Como decíamos anteriormente, alguien saboteó una parte de los hilos académicos. Paco tuvo entonces un gran dilema. No sabía si hacer de justiciero o añadirse al noble arte del sabotaje textil. "No, no es una metáfora", pensó Paco, "esto es real, hay que hacer algo". Pero empezaba a perder su propio hilo. Alguien saboteó lo que Paco había estado construyendo en su interior, algo que ni siquiera había sido consciente de haber construido en ningún momento.

Como decíamos al comienzo de esta exhortación, alguien también empezó la construcción de un muro muy gordo alrededor de casa de Sílvia, la eterna concubina, la madre de las madres. Se dice, cuenta la leyenda, que alguien utilizó la materia de los propios hilos que habían sido usurpados del poder de los poseedores de maestría y había utilizado su materia descompuesta para recomponerla en forma de ladrillos. Todo el mundo, menos Paco, que empezaba a perder los hilos, se preguntaba por qué alguien haría eso, qué razón podría tener alguien para convertir los hilos en ladrillos y por qué Sílvia tenía que ser la afectada. Y nadie lo sabía. Y ya saben, nadie es muy sabio, nadie puede relatar epopeyas interminables con sólo a b y c, nadie puede prescindir de los hilos para construir una monumental amalgama de cosas, de cosas útiles, bonitas y razonables (y buenas, se decía antaño). Por eso alguien quiso combatir a nadie, para que nadie dejara de jugar a ser lo más, para que nadie reconociera la profunda ignorancia que albergaba tras ese saco sin fondo de conocimientos y demás cosas. Alguien sólo tenía la intención de llamar la atención confundiendo a Paco, encerrando a Sílvia y puteando un poquito a los profesores universitarios.

Fue entonces, asimismo, cuentan las viejas escrituras, que nacieron nuevos elementos, nuevas cosas atómicas con las que construir pequeños artificios. Como éste, que no pretende otra cosa que reivindicar los hilos sueltos (e lo reconoce: reivindica eso tejiendo hilos, aunque se dice que los teje de una forma poco convencional, heterodoxa, superficial y de casta baja). Demos una oportunidad a las efes, las ges, las haches, ís, jotas y kás. Porque siempre hay diversión en lo sinsentido, siempre hay "cosa" en lo deshilado; porque nadie sabe que sentido, comunicación, sentimientos, pasiones y razones, son unas y varias maneras de dar forma a algo que puede tomar otros nombres, si se da el caso y si uno lo quiere.